VII. Laodicea.
Laodicea, la última de las siete
ciudades a cuyas iglesias Juan dirigió las cartas del Apocalipsis, se hallaba a
unos 160 km al este de Efeso. Estaba en el valle del río Lico, que corre entre
montañas que se elevan hasta 2.500 y 2.800 m. Este río Lico de Frigia,
tributario del río Meandro, no debe ser confundido con el Lico a cuyas orillas
estaba Tiatira, tributario del Hermos. Laodicea estaba a algo más de 3 km al sur
del Lico de Frigia, a una altura de unos 250 m sobre el nivel del mar, en el
camino principal de Efeso al Eufrates. Probablemente fue fundada por Antíoco II
(261-246 a. C.), uno de los gobernantes seléucidas de la era helenística, quien
dio a la ciudad el nombre de Laodicea en homenaje a su hermana y esposa, y la
pobló con sirios y judíos traídos desde Babilonia. Laodicea fue una población
insignificante durante el primer siglo de su existencia; pero aumentó su
importancia rápidamente después de la formación de la provincia romana de Asia
en el siglo II a. C.
Laodicea estaba situada en una región donde hay
grandes rebaños de ovejas 106 negras, y por eso se convirtió en el centro
comercial de la lustrosa lana negra y de las vestiduras negras confeccionadas en
la ciudad. Ambos, la lana y los vestidos, se exportaban a muchos países. La
ciudad también era renombrada como centro exportador del famoso polvo frigio
para los ojos, y como un firme centro financiero con varias casas bancarias que
atraían mucha riqueza. También logró fama por estar cerca del templo de Men
Karou, donde funcionaba una bien conocida escuela de medicina.
Por tales
razones Laodicea fue conocida durante la era romana como una de las ciudades más
ricas del Cercano Oriente. El emperador Nerón la llamó "una de las ilustres
ciudades del Asia" cuando ofreció a los laodicenses ayuda financiera para la
reconstrucción de su ciudad después de que un gran terremoto la destruyó en el
año 60 d. C. Sin embargo, los orgullosos y ricos ciudadanos de Laodicea no
aceptaron esa ayuda, y respondieron a quien deseaba beneficiarlos que tenían
suficientes recursos financieros para reedificar su ciudad sin ayuda externa.
Conocer la historia de Laodicea, su riqueza y principales productos, da
más significado a ciertas declaraciones de la carta de Juan dirigida a su
comunidad cristiana (Apoc. 3: 14-22). Sus miembros creían que eran ricos, que se
habían "enriquecido" y que "de ninguna cosa" tenían "necesidad" ; pero en
realidad espiritualmente eran desventurados, miserables y pobres (vers. 17). Sin
embargo el Señor les aconsejaba que no confiaran en el oro de sus bancos, sino
que compraran de él "oro refinado en fuego" para que fueran ricos (vers. 18).
También les aconsejaba que compraran de él "vestiduras blancas" para vestirse a
fin de que no se descubriera la "vergüenza" de su "desnudez" (vers. 18). Algunos
comentadores ven en estas palabras una referencia al hecho de que los
laodicenses estaban orgullosos de sus brillantes vestidos negros confeccionados
en su ciudad y exportados a muchos países. ¿Por qué, pues, alguien podía decir
que estaban desnudos (vers. 17)? También creen los comentadores que el orgullo
de los laodicenses por su famoso polvo frigio para los ojos fue el motivo del
consejo de que compraran de Cristo "colirio" " para que vieran (vers. 18).
Que la iglesia cristiana de Laodicea fue fundada a comienzos del período
apostólico, está confirmado por el apóstol Pablo, quien dirigió una carta a esa
iglesia, aunque la carta parece haberse perdido (ver com. Col. 4: 16). Al
parecer la iglesia creció con rapidez, y Laodicea llegó a ser sede de episcopado
en el siglo II d. C. Uno de sus obispos, Sagaris, murió allí mártir en 166 d. C.
En varios registros se mencionan los nombres de otros mártires cristianos de
Laodicea, que ofrendaron sus vidas durante las persecuciones de los primeros
siglos de la era cristiana. En el siglo IV la ciudad fue la sede de un
importante concilio eclesiástico.
En el siglo XI la ciudad fue
conquistada por los selyúcidas; pero los cruzados cristianos la recuperaron en
1119 d. C. Sin embargo, dos siglos más tarde fue destruida por los turcos y
nunca ha sido reconstruida. En su lugar fue fundada una nueva ciudad denominada
Denizli, cerca de un manantial en las proximidades de Laodicea. De las ruinas de
la antigua Laodicea, usadas como cantera, se extrajo material para la
edificación de esta nueva ciudad. El nombre turco del sitio de las ruinas es
ahora Eski Hisar, que significa "Viejo Castillo".
En este lugar nunca se
han efectuado excavaciones sistemáticas, aunque una gran zona cubierta de ruinas
promete ricas recompensas a cualquier expedición arqueológica que use la pala en
ella. Dos teatros romanos se hallan en bastante buen estado, y además se puede
reconocer un gran estadio. También son visibles columnatas, acueductos que
llevaban agua a la ciudad y las ruinas de antiguas iglesias, aunque la
identificación definida de las diversas ruinas sólo podría hacerse después de
las excavaciones.