VI. Filadelfia.
Filadelfia estaba a orillas del río
Cogamo, rama sur del Hermos. Ciudad del interior de Anatolia, estaba a 120 km al
este de Esmirna. Fue construida a 198 m sobre el nivel del mar en las
estribaciones orientales del monte Tmolo. Detrás de la ciudad hay farallones
volcánicos que se formaron en tiempos históricos, aunque no contamos con ningún
registro escrito de actividad volcánica. Como en otras zonas volcánicas, el
suelo alrededor de Filadelfia es sumamente fértil, lo que hace que las mejores
viñas del Asia Menor se encuentren en sus proximidades.
Filadelfia era
la más joven de las siete ciudades a las cuales fueron dirigidas las cartas del
Apocalipsis. Fue fundada por el año 150 a. C. durante el reinado del rey Atalo
II Filadelfo, de Pérgamo, y se le dio el nombre de Filadelfia, "amor fraternal",
en honor a la lealtad del rey Atalo a su hermano mayor Eumenes II, que lo había
precedido en el trono de Pérgamo. Filadelfia recibió varios nombres en
diferentes períodos. A principios del siglo I d. C. fue conocida durante un
tiempo como Decápolis, debido a que era una de las diez ciudades de la llanura
en que estaba situada. Un poco más tarde aparece con el nombre de Neocesarea, en
honor del emperador Tiberio que ayudó a que la ciudad se restableciera del
destructor terremoto del 17 d. C. En el tiempo de Vespasiano tuvo el nombre de
Flavia, conforme a la familia del emperador; pero posteriormente volvió a ser
llamada Filadelfia, y así era conocida cuando Juan escribió la carta del
Apocalipsis (cap. 3: 7-13) a la iglesia de esa ciudad. El nombre moderno de la
localidad que ha reemplazado a Filadelfia es Alashehir. Este nombre ha sido
explicado por algunos visitantes, engañados por su insuficiente conocimiento del
turco, como la abreviatura de Allah-shehir, "la ciudad de Dios". El nombre en
realidad significa "la ciudad rojiza", debido al color rojizo de la región
volcánica en que está construida la ciudad.
Como Filadelfia estaba en un
camino principal entre la alta Frigia y Esmirna, se convirtió en una importante
ciudad del interior y acumuló suficiente riqueza para edificar suntuosos templos
y otros magníficos edificios públicos. Por esa razón, escritores antiguos se
referían a Filadelfia como a la Pequeña Atenas; sin embargo, nunca alcanzó la
importancia política, económica o religiosa de algunas de las otras ciudades ya
descritas.
El cristianismo parece haber llegado a Filadelfia en el
período apostólico, lo que se deduce del hecho de que el Apocalipsis incluye una
carta a la iglesia de esa ciudad. Además, nada se sabe de la primitiva historia
de esa iglesia. En tiempos posteriores Filadelfia llegó a ser sede de obispado,
y en el siglo XIII fue el centro cristiano de toda la región de Lidia, y la
residencia de un arzobispo. Durante los siglos siguientes aparece como un
baluarte del cristianismo con mucha fuerza moral para resistir los asaltos de
las naciones bárbaras que repetidas veces asolaron el Asia Menor. Los ciudadanos
de Filadelfia tenían razón de estar orgullosos de su historia en ese respecto.
Resistieron con éxito un asedio de los selyúcidas en 1306 d. C. y obligaron al
enemigo a retirarse. Nuevamente resultaron victoriosos en 1324 d. C., cuando los
selyúcidas hicieron una segunda tentativa por tomar la ciudad. Ninguna otra
ciudad del Asia Menor podía jactarse de anales tan llenos de heroísmo. Pero
después 105 de una larga resistencia la ciudad cayó ante los turcos en 1390 d.
C., y después fue conquistada por Tamerlán en 1402. Sus habitantes no pudieron
competir con las feroces hordas mongólicas de Tamerlán, aunque opusieron una
heroica resistencia. La ciudad fue tomada por asalto, y Tamerlán construyó un
muro con los cadáveres de las valientes víctimas de Filadelfia, como había
levantado una torre con los cráneos de los esmirnenses capturados durante el
asedio de su infortunada ciudad. El lugar donde tuvo lugar este terrible suceso
todavía es señalado por los ciudadanos de Alashehir.
Esta catástrofe no
destruyó la voluntad de sobrevivir de los cristianos de Filadelfia ni apagó su
determinación de permanecer fieles a su religión. Parece que recordaban la
admonición de retener lo que tenían para que nadie les quitara su corona (Apoc.
3: 11). Aunque toda la región cayó finalmente en poder de los turcos y el
cristianismo en el Asia Menor murió lenta pero seguramente. Filadelfia, como
Esmirna, permaneció siendo una ciudad cristiana. Es una notable coincidencia que
las dos ciudades -Esmirna y Filadelfia- que retuvieron por más tiempo que
cualquier otra ciudad del Asia Menor su carácter cristiano y su población
cristiana, son las mismas ciudades cuyas iglesias eran tan puras e intachables
en los días de Juan, que merecieron que se les hubiera escrito las únicas cartas
que no tienen palabras de reproche.
Al concluir la Primera Guerra
Mundial todavía era cristiana la mayoría de la población de Alashehir; sin
embargo, la ciudad compartió entonces la suerte de Esmirna y vio a su población
cristiana expulsada por los turcos de Kemal en 1923. Por esta razón, en esta
ciudad sólo se encuentran ahora las ruinas de los contrafuertes y muros de una
gran catedral en el centro de la ciudad, junto a una mezquita musulmana bien
conservada; y en lugar de las campanas de una iglesia cristiana se oye la voz
del almuédano que llama a la oración desde lo alto de un alminar.
Una
visita a la antigua Filadelfia no sólo produce tristeza al cristiano, sino que
también desanima al arqueólogo que busca restos del glorioso pasado de la
ciudad. Encuentra los lastimosos restos del antiguo muro de la ciudad
convertidos en habitación de cigüeñas y llenos de malezas y hierba. Quedan unas
pocas ruinas que no se pueden identificar; pero nada de los gloriosos templos,
los majestuosos gimnasios y los grandiosos teatros de la antigüedad por los
cuales una vez Filadelfia se ganó el nombre de Pequeña Atenas. La obra
destructiva de los siglos ha sido tan completa que apenas se pueden hallar
vestigios de su grandeza anterior.