II. Esmirna.
Esmirna, que ahora se llama Izmir, es una
de las más bellas ciudades del Asia Menor. Está situada en el extremo este de un
golfo que penetra unos 50 km tierra adentro, que forma un puerto bien protegido
por las montañas que lo rodean. El hecho de que sea una ciudad portuaria a la
cual tienen acceso naves de gran calado, y que sin embargo está situada en el
corazón de la región, ha sido siempre una ventaja para Esmirna frente a otras
ciudades del Asia Menor occidental, y la ha convertido en uno de los más
importantes centros de comercio de esa región. A esto puede añadirse el hecho de
que está situada en el fértil valle del río Meles y que disfruta de fácil acceso
al interior y a ciudades importantes, como Pérgamo, Sardis y Efeso.
La
colonia más antigua fue fundada al norte de la ciudad moderna por pobladores
procedentes de Anatolia, llamados léleges. Desde aproximadamente el año 1100 a.
C. esa zona fue poblada por colonos griegos: primero eolios y más tarde jonios.
La ciudad estuvo en manos de poderes extranjeros como lidios, persas y turcos;
pero la mayoría de su población fue generalmente griega. La posición geográfica
actual de Esmirna fue escogida por Lisímaco, uno de los generales y sucesores de
Alejandro Magno, en lo cual reveló buen gusto y aguda previsión. Esmirna,
construida en las estribaciones de las montañas que rodean la parte oriental del
golfo de lzmir, se ha convertido en una de las más importantes y pintorescas
ciudades del Asia occidental.
Su clima es agradable y una densa
vegetación añade su encanto al paisaje. Hay olivos, cipreses, higueras, granados
y sicómoros y aun datileras. Los principales productos de exportación son los
famosos higos de Esmirna, tabaco, seda y las bien conocidas alfombras de
Esmirna. Los minerales que se encuentran en las montañas de la región desde
tiempos antiguos, incluyen hierro, manganeso, oro, plata, mercurio, plomo, cobre
y antimonio. En la región se extrae un poco de carbón bituminoso. Otra atracción
de Esmirna en la antigüedad eran sus fuentes termales, frecuentadas por gente
que sufría de artritis. Se afirmaba que cuando se bebía esa agua se aliviaban
los malestares intestinales.
Había, pues, excelentes razones por las
cuales Esmirna se convirtió en una ciudad populosa y rica. A fines de la Primera
Guerra Mundial era, por su extensión, la segunda ciudad del Asia Menor, con una
población de unos 250.000 habitantes. La población de Esmirna disminuyó a causa
del gran incendio de 1922 que destruyó casi toda la ciudad y mató a miles de sus
habitantes, y por la expulsión de decenas de miles de griegos en 1922 y 1923. La
población ha aumentado mucho en tiempos recientes, alcanzando en 1980 a unos
650.000 habitantes. No se sabe cuál era su población en la antigüedad.
Puesto que la ciudad moderna está construida sobre la antigua Esmirna,
ahora son visibles sólo unas pocas ruinas. Restos de las antiguas murallas de la
ciudad de Lisímaco se pueden ver en unos pocos lugares en las proximidades de la
moderna Izmir, y también varios acueductos pintorescos, aunque arruinados. Las
ruinas de la ciudadela, que domina el paisaje, son de origen bizantino. Sólo sus
partes inferiores se remontan a los períodos romano y helenístico. En Esmirna,
como en la mayoría de las ciudades de la antigüedad, había una gran cantidad de
templos paganos; pero se han encontrado pocos restos. Sin embargo, al excavar
los fundamentos de las casas nuevas, se encuentran estatuas que anteriormente
tuvieron que haber estado en esos templos.
Las ruinas más importantes de
la ciudad antigua son las que se encontraron cuando se hicieron excavaciones en
el ágora o lugar del mercado, en el centro de la moderna lzmir. Durante mucho
tiempo los arqueólogos infructuosamente buscaron el ágora de Esmirna, que era
famosa en la antigüedad por ser la única construida con tres pisos. El nivel
inferior era subterráneo; el segundo estaba al nivel de la calle, y por encima
había un tercer nivel sostenido por columnas que formaban galerías al nivel de
la calle. Desde su descubrimiento se han hecho excavaciones algunas
restauraciones que permiten que el visitante moderno reciba una impresión vívida
de este mercado, el más famoso de la antigüedad. Los salones subterráneo están
bien conservados. Algunos están en tan excelente estado de conservación que
podrían usarse tal como están. De las construcciones antiguas al nivel de la
calle ahora sólo quedan unas pocas columnas, y hace mucho que desapareció todo
rastro del tercer nivel.
Los antiguos habitantes de Esmirna se sentían
muy orgullosos de su ciudad por ser la cuna de Homero, el más famoso de todos
los poetas griegos. Muchos turistas de la antigüedad visitaban Esmirna para
rendir homenaje a la memoria de ese ilustre personaje, así como iban a otras
ciudades con el propósito de adorar a sus dioses famosos.
La comunidad
cristiana de Esmirna ha experimentado numerosos y graves períodos de
persecución. Es interesante notar que desde tiempos antiguos se ha interpretado
que Esmirna significa "mirra", una amarga aunque aromática gomorresina
proveniente del Africa oriental y de Arabia, que simbolizaba amargura y
sufrimiento. Los eruditos modernos no aceptan esta interpretación tradicional,
pues se inclinan a pensar que deriva de Samorna, el nombre de una diosa de
Anatolia que era adorada en esa ciudad. Cualquiera que sea la verdadera
interpretación del nombre de la ciudad, es un hecho histórico que los cristianos
de Esmirna han sufrido más que los de cualquiera de las otras ciudades de la
región.
Esmirna ha sido destruida con frecuencia, a veces por terremotos
y con más frecuencia por ejércitos extranjeros. En la era cristiana ha sido
conquistada y saqueada por los godos bárbaros, los crueles mongoles, los feroces
selyúcidas, los fanáticos cruzados, y en tiempos más modernos por los turcos de
Kemal. Como un ejemplo de los horrores que a veces han experimentado los
esmirnenses, puede mencionarse la matanza de casi todos los habitantes de la
ciudad hecha por Tamerlán, el sanguinario conquistador mongol del siglo XIV, que
levantó una torre con las cabezas de los esmirnenses capturados. Algunas atroces
matanzas han sucedido en este siglo en Esmirna, por ejemplo, en ocasión de las
luchas entre griegos y turcos después de la Primera Guerra Mundial. La ciudad
repetidas veces cambió de manos, y se cometieron inenarrables atrocidades en las
que se afirma que perecieron decenas de miles.
Desde los días de Juan la
comunidad cristiana de Esmirna ha sufrido repetidas persecuciones, en las cuales
famosos mártires dieron su vida dentro de los muros de la ciudad; el más ilustre
de ellos fue, sin duda, Policarpo, discípulo de Juan y más tarde obispo de
Esmirna. Fue quemado vivo (c. 155 d. C.) en el estadio o en el gran teatro, pues
ambos lugares se han indicado como el sitio donde hizo frente a la muerte; sin
embargo, su muerte y la de otros valientes mártires dieron mucho fruto durante
las décadas y los siglos siguientes. Esmirna llegó a ser uno de los centros más
fuertes del cristianismo en la parte oriental del Imperio Romano, y fue también
la última ciudad del Asia Menor que se rindió ante los vencedores musulmanes.
Hasta la Primera Guerra Mundial cuatro de cada cinco habitantes eran cristianos,
lo que prueba cuán tenazmente la población de Esmirna mantuvo su religión. A
pesar de todo finalmente compartió la suerte de todos los otros centros
cristianos del Asia Menor, y sucumbió ante los musulmanes. La comunidad
cristiana esmirnense recibió su golpe de muerte cuando los griegos fueron
expulsados de Esmirna por los turcos en los días de Kemal Bajá, en 1922.